martes, 7 de septiembre de 2010

Relatosss

El cansancio no me deja despertar. Mi subconsciente me dice que me levanté, debe ser tardísimo, pero mi mente se empeña en seguir durmiendo. Suena el teléfono de la habitación y no respondo... sigue sonando incesantemente. Tremendamente cabreado descuelgo y grito: -¿¿¡¡Qué cojones quieres!!??- Es el recepcionista que me avisa de que son las 12 de la mañana pasadas. Que si no abandono la habitación tendré que pagar otro día más. Hay que ser hijo de puta, anoche llegué tardísimo, y no creo que tenga cola de gente para hospedarse aquí. Colgué el teléfono sin darle una respuesta y me tumbé en la cama. Recordé que Manolo me dio 100 euros, y decidí emplear una parte de aquel extra para pasar otro día más allí tumbado, sin hacer otra cosa que descansar. Así que me volví a dormir.


Me desperté y eran las 2:00 del mediodía. Mi barriga emitía ruidos extraños, cómo si un monstruo habitase dentro de ella y quisiera comer. Me di una ducha rápida, me vestí y bajé a recepción. Allí estaba el pesado de las llamaditas, leyendo una playboy y con cara de pocos amigos. Me dijo que no se me ocurriera salir a la calle sin abonarle antes 30 euros más. Se pensaría que iba a salir corriendo, dejando mi mochila en la habitación. Que imbécil el tiparraco este. Saqué el dinero y le pagué y le dije: -Mira majo, si mañana a las 12 aun no me he levantado, pasa de llamarme, ¿vale?- Y luego le pregunté donde podía comer algo. Me dijo que había una venta junto al motel, donde ponían menús económicos para viajantes y transportistas.

Salí a la calle, los aparcamientos estaban llenos de furgonetas y camiones, eso es señal de que se come bien en ese sitio. Me dirigí hacia la venta, aquello estaba petadísimo de gente. Me costó encontrar una
mesa donde sentarme, pero al fin, en una esquina del salón, encontré mi sitio. Pedí de primero unas lentejas a la riojana, de segundo chuletas de cordero a la plancha, con patatas fritas y de postre no había mucho donde elegir, así que un arroz con leche.
 

Aquello parecía el comedor del colegio, mucho murmullo y risas, pero a este le diferenciaba que estaba lleno de camioneros, gordos, rudos y varoniles... mi cerebro no daba abasto para procesar tanto oso. Creo que no me voy a dar mucha prisa para comer, aquí estoy muy entretenido, luego podría sacar provecho en mi cama solito pensando en estos bellezones de la naturaleza.
Estaba ya por el segundo plato, cuando entró un bicharraco de agárrate y no te menees. Grande como un armario de 4 puertas. Moreno, su camisa desabrochada hasta casi por la barriga. Una mata de vello negro y rizado cubría su pecho. Un tío guapo, pero vastote, con barba de varios días. Lleva unos vaqueros ajustados, tanto que su barriga cuelga por encima de ellos. El paquete parece que va a estallarle y el no para de tocarse. Está buscando sitio para sentarse, todas las mesas están ocupadas. Mira hacía a mi y me pilla mirándole descaradamente. Me señala y me hace un gesto con la cabeza, como preguntándome si podía sentarse conmigo. Yo con los colores subidos asiento con mi cabeza y el se dirige hacia mi. Me da su mano y apretándola fuertemente con la mía me dice: -Gracias, no veas como está esto! Me llamo Ramón- Yo también me presenté y le dije que estaba encantado de compartir la mesa, que llevaba allí un rato bastante aburrido. Vaya mentira más gorda, yo estaba en el paraíso de los osos, pero ahora me encontraba frente al Dios de aquel paraíso.
 

Ramón es gallego, y se dedica al transporte de productos lácteos. Tiene 42 años y no lleva alianza en sus dedos, deduzco que no está casado. Yo me había terminado ya el postre, el aun estaba por el segundo plato, pero me dijo que si no me importaba hacerle compañía, que me quedase. Yo encantado me quedé allí, viendo como devoraba aquel entrecot que se estaba comiendo, que morbo me daba verle comer.
Al terminar me dijo que el se iba a echar un rato en el camión, que tenía que cumplir con los tiempos de descanso. Yo le dije que si le apetecía dormir bien y ver un rato la tele le prestaba mi cama de la habitación. El muy agradecido aceptó mi invitación y me dijo que le esperase en la puerta del motel, que iba a por algo de ropa y así aprovechaba para darse una ducha. A mi ya me tenía caliente como una perra en celo, pensar en que iba a tener a ese tío duchándose allí a mi lado y que con suerte hasta le veía en calzoncillos... era un plan perfecto, que bien que me quedé dormido esa mañana, le iba a sacar provecho a los 30 euros.

Entramos al motel, el recepcionista no estaba. Subimos directamente a la habitación y lo primero que hizo Ramón fue tumbarse en la cama. Ocupaba el colchón casi entero, y eso que la cama es de matrimonio, pero Ramón es mucho Ramón. Se vuelve a levantar y me dice que se va a dar una ducha. Yo me siento en un sillón, junto a la puerta del baño. Escucho como cae el agua de la ducha sobre su cuerpo, y como se enjabona. Canturrea una canción, creo que lo hace en gallego, no lo entiendo muy bien. Yo no paro de tocarme el paquete por encima del pantalón, me tiene malísimo. Termina de ducharse y sale del baño en calzoncillos, justo como yo quería verlo, son blancos, de estos clásicos. Está increíble, tiene unas patorras fuertes, peluditas y preciosas. Su espalda es como yo lo había imaginado, grande como una pista de aterrizaje, también cubierta de vello. Me dice: -Charly, ¿Te importa si me echo en tu cama en calzoncillos? Es que no me apetece echar la siesta apretado por la ropa- Por supuesto le digo que no importa, ¿qué me iba a importar a mi?, con lo bueno que está lo que me gustaría es que se echase encima mía.
Se tumba en la cama, sin taparse. Dejé puesta la calefacción antes de bajar a comer y la verdad es que allí hacía bastante calor. Le digo que descanse, que yo mientras escucharía música. El me dice que me eche en la cama, que hay sitio para descansar los dos. Yo no estaba cansando en absoluto, pero tardé 1 segundo en tumbarme a su lado. Ramón me decía que me pusiera cómodo, que me quitase la ropa: -Así no estarás agusto hombre! Ponte en calzoncillos como yo, somos hombres, no hay de que asustarse.- Sus palabras son ordenes para mi.
Como no cabíamos muy bien, nos pusimos de lado, dándonos la espalda, pero mi culo rozaba con el suyo, no había otra forma. A mi ya me dolían los huevos de estar tanto rato como un verraco. A los pocos minutos el ya estaba dormido. Se giró y puso su brazo encima mía, abrazándome. Su barriga empujaba mi espalda y sentía su respiración en mi cuello. Al rato de estar así el comenzó a dar empujoncitos, rozando su paquete con mi culo, pero seguía dormido.

Me di la vuelta y me puse mirándole a el. Tenía su boca a pocos centímetros de la mía. Sentía unas ganas irrefrenables de besarle, de acariciar todo su pecho, pero tuve que contenerme, cosa que el no hizo. Comenzó a magrearme, tocándome las tetas y apretándolas con sus fuertes manos. Me abrazaba, colocando su mano en mi espalda y apretándome contra el. Ahora ya no estaba dormido, aunque seguía con los ojos cerrados. Yo no lo pensé más y puse mis labios contra los suyos. Su barba corta me pinchaba y sus labios suaves se fundían con los mios. Ramón sacó la punta de su lengua y lamía tímidamente, yo saque la mía y la metí en su boca moviéndola lentamente, sin prisas.

Estuvimos un buen rato abrazados, besándonos y tocándonos. Explorando cada rincón de nuestros rechonchos cuerpos. Lamiendo todos y cada uno de nuestros recovecos, fudiéndonos en uno sólo. Ramón me dijo que me pusiera boca abajo, y lo hice, sabía que quería follarme y yo estaba dispuesto a que así sucediera.

Comenzó a lamer mi espalda, dirigiéndose poco a poco hasta mi culo. Con sus manos separó mis cachetes e introdujo su lengua hasta lo más profundo de mi ser, caliente, húmeda y placentera. Cuando ya estaba muy lubricado abrió mis piernas y colocó su polla entre mis nalgas. Comenzó a frotarse contra mi, yo sentía su polla gorda y potente apretando mi piel y resbalando sobre ella. Con un movimiento brusco se subió algo más arriba y su polla fue directa a mi ano, entrando lentamente, milímetro a milímetro.

Sentía como su gordo capullo taladraba mi culo y como se rozaba por las paredes
de mi ano. Gemía, algo dolorido, pero no quería que parase, quería más, más adentro. Apoyando sus manos en el colchón, hacía una y otra flexión sobre mi, llegando cada vez más profundo, hasta dejarse caer por completo, apretando sus huevos contra mi culo. Yo me extremecía de gusto, mi polla apretaba la cama, lubricada y con ganas de soltar unos buenos chorros.

Le dije de cambiar de postura, pero me dijo que no, que quería correrse así. Yo sacaba mi culo para arriba, para que Ramón llegase bien y metiese toda su polla dentro. Su barriga reposaba sobre mi espalda, me gustaba sentirlo encima mientras me follaba sin parar.


Siguió follándome, incesante, no muy fuerte, pero muy placentero. Cuando comenzó a gemir sacó su polla fuera de mi culo, llegué a sentir el vacio que dejó dentro de mi, y masturbándose me embadurno de su caliente y resbaladizo semen. Sentía como los chorros caían sobre mi espalda, resbalándose por mi costado.

Ramón cayó sobre mi, restregando su corrida entre el y yo. Le tumbé para el lado y lo coloqué boca arriba. Me puse entre sus piernas, tocando su polla morcillona, mojé mis manos en su leche, que aun goteaba, y me masturbé. Mi corrida llegó hasta la cara de Ramón, el se limpiaba con la mano y se lo restregaba por el pecho, junto al resto de mi semen. Me tumbé encima suya y nos besamos apasionadamente, ambos totalmente rebozados en nuestras corridas...
Sin limpiarnos nos quedamos dormidos sobre la cama, abrazados, calientes y muy apretaditos.

Continuará...



Saludos Mis Amigos
espero y sea de su agrado 
BearJing

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